sábado, 26 de diciembre de 2009

Del sueño y el dormir

No ha sido una noche fácil. Algo cayó mal en el organismo y las sensaciones son más bien desagradables, molestas, incómodas. Además, el cuerpo siente un tremendo cansancio, ganas de reposar, de dormir. Pero no hay sueño. Aun así, se va a la cama. Se cierran los ojos. Cada extremidad, cada miembro, cada parte del cuerpo trata de ser acomodada en la posición justa para alcanzar el punto máximo (al menos necesario) de comodidad, que le permita reposar y tratar de olvidar o pasar los malestares que lo aquejan.

Problema: el cerebro no ha enviado, hasta el momento, la más mínima señal de sueño, de ganas o intenciones de dormir. Es como si la conciencia (no al estilo de Pepe Grillo en Pinocho, más bien 'el estado de conciencia) del cerebro se hubiera separado de la del resto del cuerpo. "Usted relájese, acomode todas sus partes, cierre, incluso, los ojos. Cubra cada centímetro de su superficie con las cobijas evitando el frío de la noche. Yo no 'cierro aun las puertas'. ¿No lo ha notado? No tengo sueño." Parece decir el cerebro al cuerpo que controla (usualmente).

Así, tener los ojos cerrados no es en lo absoluto suficiente. ¡El cuerpo no puede cerrar los oídos! El silencio de la noche se convierte en un 'concierto' de extraños sonidos, aunque no todos ellos desconocidos. Por el contrario, tan conocidos y cercanos que hasta causan desespero. "!Quiero descansar!"
Una puerta que se abre. Un interruptor de luz accionado. Agua chocando contra agua (entiéndase: alguien orinando). Agua que fluye...
Risas en la habitación contigua. Cantos en la misma habitación. Más lejos, gente que grita. Carros que pasan. Perros que ladran.

"!Quiero descansar!", insiste el cuerpo.

Pero, además, la cabeza está sufriendo, duele, se queja. No de cansancio. La causa es ese algo que cayó mal al organismo. Mareo, náuseas. Demasiadas sensaciones. El cuerpo no puede descansar. El cerebro no envía señales de sueño. El cerebro no termina sus actividades.